
Después de tanto tiempo que hemos compartido, tantas tardes en la que nos encontramos, cuando salia corriendo a la pantalla, y regresaba a mi habitación riéndome sola, cuando iba por la plaza y juntaba flores para ti, cuando sobre mi ventana escribia tu nombre, cuando entre mis sabanas te acariciaba, cuando entre sueños como un caramelo te desarmabas en mi boca.
Esas noches en la que corríamos hasta el infinito del cosmo buscando la estrella más hermosa, y allí el contacto de la piel y el renacer de aquel amor suave, dulce, perenne, amor de mis embelesos.
Sentimientos de nardo por esa corriente de corazón cautivo de amor que rodaron vencidos hasta fundirse con la brisa de mar. Y aquel perfume tan cercano de tu cuerpo y la luz de la luna reflejada en tus ojos, que ahora descansa en el oasis de mis pensamientos.
Hoy suenan tus pasos, la melodía de tus palabras, la puesta de sol que aún nos acompaña. Porque el amor siempre decide renovarse, crecer exponencialmente poco a poco …